El qué me dicen..

Hace un frío condenado en Santiago. Hoy en la mañana hubo, por primera vez en la temporada, menos de 5 grados Celsius.. por lo tanto, se nos congelaron las orejas a todos los que salimos temprano, brrr.

Antes de tomar mi bicicleta y dirigirme a mi tradicional ruta matutina, me mira mi mamá con una cara de tormeto, como si fuese a lanzarme a la tortura más letal que conoce, y me dice "¿vas a salir con este frío?". Honestamente, la pensé. Pensé en mi cama, en el cacao en polvo que tengo en la despensa, en el montón de películas que aún no veo y en el capítulo que se quedó ese libro que todavía no termino. Y como que la idea me fue seduciendo lentamente, hasta que abro la puerta, veo a mi cleta y me grité un "STOP!!!" enorme en mi cabeza.

¿Se han dado cuenta la cantidad de cosas que dejamos de hacer por que el resto nos influye de alguna manera?

Me recuerda a una historia cercana. Una buena amiga se inscribió en un gimnasio retop de la ciudad. Con varios kilos de más pero un montón de ganas de dejarlos, se metió a cuanta clase de baile y danza se ofrecía. Pues bien, y luego de pagar una cuantiosa suma además de la compra del equipo necesario para ir a hacer deporte, lo dejó de un día para otro. ¿La razón? No le gustó cómo la gente la miró. Se sentía ridícula y menospreciada bailando al lado de las figuritas en 2 dimensiones del gimnasio.

No me refiero a la inseguridad ni a cosas de ese estilo, sino que quiero destacar lo sutil que pueden ser esas influencias y que nos alejen de hacer las cosas que nos gustan. ¿Hace frío? Pues me abrigo más y disfruto del viento que me despeina. ¿Te miran feo si bailo con ganas? ¡Pues que te vean después de perder todos esos kilos!

Los invito a escucharse primero a uds. y luego a los comentarios del resto (incluso, ¡¡ni siquiera escucharlos!!). Lo que es yo, me subí a mi chancha, me cubrí las orejas y salí a sacarle la lengua a cuanta persona enfrascada en un taco pude.

Saludos,
Karlita